Aunque la primera impresión sea de rechazo, algunas especies de larvas dìpteros (vulgarmente conocidas como moscas), como la especie Lucila sericata, se utilizan para curar heridas. Dicha especie es necrófaga (es decir, se alimenta de tejidos muertos de cadáveres), y es ese hecho peculiar el que ha llevado a emplearla para curar quemaduras, llagas y heridas gangrenadas. Diversos hospitales en EEUU y Europa han comenzado a emplear esta técnica, por otra parte, utilizada ya desde hace mucho tiempo en tribus aborígenes australianas, en enfermedades que no responden a tratamientos convencionales. La terapia consiste en aplicar en la herida del paciente, un apósito que en su interior contiene las larvas de insecto (criadas en laboratorio) que se alimentarán del tejido enfermo, a la vez que potenciarán el crecimiento celular y con su poder bactericida minimizará la acción de las bacterias infecciosas en la herida.